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Prevenir el Acoso Escolar desde la familia

Para comenzar a hablar del acoso escolar quizás deberíamos hacernos previamente algunas preguntas como:

  • ¿Qué sabemos del tema? ¿lo que nos cuentan los medios? ¿lo que comentamos entre los padres? …
  • ¿Alguna vez alguno de nuestros hijos/as ha dicho algo que nos haya dejado inquietos?
  • ¿Creemos que es un fenómeno muy extendido? ¿creemos que es nuevo? ¿siempre ha existido?
  • ¿Reconocemos en nuestra infancia o adolescencia algún episodio así?

Probablemente hayamos ido respondiendo mentalmente a algunas de ellas como, por ejemplo, algunos de nosotros habremos dicho que el acoso siempre ha existido pero que últimamente se conoce más, que estamos magnificando porque cuando éramos pequeños existía siempre alguien a quien se acosaba… La verdad es que lo desconocemos puesto que no tenemos suficientes datos para poder comparar con épocas pasadas y, en cualquier caso, ¿qué más da? Es un hecho y hay que abordarlo.

Probablemente también nos hayamos puesto en tensión al pensar que puede afectar a nuestros hijos o hijas y, si hemos pensado eso, quizas habremos negado con la cabeza, habremos pensado que no queremos que nuestros hijos sean víctimas de acoso, y hasta quizás se nos haya despertado cierta inquietud y miedo por no saber si hacemos lo suficiente para evitar que sean acosados… ¡cómo saber si esto sucede!

 

Lo que delimita el acoso es que sea duradero en el tiempo, sea intencionado y haya desigualdad de poder».

 

Sin embargo, casi ninguno de nosotros habrá pensando que para que exista un niño acosado hay necesariamente otro (u otros) que acosan, y éstos también son hijos de algún padre y madre. Y qué decir de aquellos niños que forman parte del proceso no porque ejerzan directamente el acoso si no porque lo toleran o miran hacia otro lado.

Por tanto, hemos de pensar en primer lugar que el acoso escolar se produce entre varias personas y es ahí donde tenemos que conocer ampliamente qué hacer desde la familia para evitar que se produzca, y sobre todo para evitar que nuestros hijos sean víctimas, acosadores o espectadores.

De acuerdo a Olweus (1993), un alumno o alumna es agredido o se convierte en víctima cuando está expuesto, de forma repetida y durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos. Según la RAE, el Acoso escolar es una conducta reiterada (que se hace o sucede repetidamente) por la que un alumno, varios o incluso todo un grupo someten a maltrato verbal, psicológico, físico o social a uno o varios de sus compañeros con el fin de aislarlos, humillarlos y someterlos.

De acuerdo a estas definiciones quizás podemos concluir que el acoso:

  • NO es un conflicto entre iguales, hay superioridad de una parte sobre otra.
  • NO son cosas de niños, el acoso puede acarrear consecuencias terribles para la víctima.
  • Es consciente e intencionado y duradero en el tiempo.
  • Generalmente suele ocurrir en ausencia de los adultos, es difícil de detectar.
  • Tiene diversas formas y grados, en la actualidad está muy en boga el ciberacoso.

Existen algunas conductas hostiles que, por si solas, no serían acoso. Lo que delimita el acoso es que sea duradero en el tiempo, sea intencionado y haya desigualdad de poder. Sin embargo, en el acoso escolar, se dan además dichas conductas hostiles que podrían ser algunas como:

 

  • Poner a la víctima motes humillantes.
  • Hacerle el vacío.
  • Reírse de él cuando se equivoca.
  • Contar mentiras sobre él o acusarle de cosas que no ha dicho/hecho.
  • Meterse con él por su forma de ser, vestir o hablar (burlarse de su apariencia física).
  • No dejarle jugar en el grupo, no dejarle hablar.
  • Chillarle o gritarle, criticarle por todo lo que hace.
  • Pegarle collejas, puñetazos y patadas.
  • Esconderle cosas.
  • Insultarle o meterse con él para hacerle llorar.
  • Robarle cosas.
  • Bombardearle con mensajes de móvil o en redes sociales.

 

 

Muchas de estas conductas las realizan los niños en momentos puntuales sin que por ello se considere acoso, sin embargo, hay que estar muy pendiente de dichas conductas y ser capaces de corregirlas y hacer ver a nuestros hijos que no están bien y no se deben hacer o recibir.

 

La mejor herramienta siempre es la prevención».

 

La mejor herramienta siempre es la prevención, puesto que cuando el acoso sucede es más difícil actuar, entre otras cosas porque puede que nos enteremos hasta que sea muy tarde y haya que contar con más ayuda que nosotros mismos. Por eso, es fundamental que existan factores familiares protectores, ser capaces de observar sin obsesionarnos cuáles son las relaciones de nuestros hijos, qué tipo de comportamiento tienen durante el juego y las interacciones… desde pequeñitos! Algunos factores protectores son:

  • Modelos afectivos en la familia: obviamente la mejor herramienta es la afectividad y el amor. Ser capaces de ofrecer un entorno emocional seguro a nuestros hijos les garantizará una salud fuerte y unas relaciones muy sanas durante toda su vida.
  • El NO educa: ni Autoritarismo ni Permisividad excesiva, ceder alguna vez en los caprichos de los chicos no es grave, pero permitir continuamente que se salgan con la suya o ejerzan su voluntad es un mal pronóstico puesto que les convertiremos en «reyezuelos tiranos» que exijan también a los demás. Y además, en el otro extremo, tendremos niños frágiles sin resistencia a la frustración que les dejará indefensos en sus relaciones.
  • Enseñémosles que denunciar no es chivarse. Los niños aprenden desde muy pequeños que no hay que chivarse y permiten que otros ejercen a veces malas conductas que nadie denuncia. Esto requiere enseñar a formar parte de una comunidad donde todos somos parte y nos ayudamos: Si alguien ejerce el mal sobre otra persona, estamos para ayudar, denunciamos y acudimos en busca de la autoridad. Si alguien hace algo que no es tu incumbencia y no causa daño a nadie… entonces sí, eso es chivarse.
  • Debemos supervisar de forma razonable lo que hacen nuestros hijos, con quién se relacionan, las redes sociales… sin hacer de espías, y sin necesidad de mentir. Lo mejor es hablar con ellos, darles pautas para saber dónde sí o dónde no meterse ni interactuar, tanto en lo presencial como en lo virtual.

 

  • Establezcamos, por tanto, cierto control parental tanto en televisión, internet, horarios, etc.
  • Y siempre, siempre, utilicemos la comunicación positiva basada en la confianza, porque de esta bebe también la sinceridad y la honestidad. Nuestros hijos serán un libro abierto si nosotros también lo somos, si ellos se sienten confiados y confiables.
  • Valoremos la tolerancia a las diferencias entre las personas, muchas veces los niños aprenden por lo que observan y escuchan de nosotros mismos, y si somos los primeros en destacar los «defectos» de alguien ellos serán los siguientes en hacerlo y, quizás, lo hagan con menos filtros.
  • Fomentemos la resiliencia, si me caigo me vuelvo a levantar con mayor fuerza y sabiduría. Ser resistentes a la frustración, aprender de los errores o ver éstos como una parte del desarrollo de una persona es esencial para poder enfrentarse a las dificultades. Ayudemos a nuestros hijos a identificar las circunstancias de la vida como parte del recorrido y no como dramas a los que no se puede hacer frente.

… Y por último, pero muy, muy importante: Observar, escuchar y conversar… tenemos ojos, orejas y boca. Mirar para otro lado no suele resolver los problemas…

 

Gema de Pablo González

Psicóloga

Coordinadora del Dep. de Orientación

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