Navidades diferentes.
Hemos estado confinados durante muchos meses, y después tampoco ha mejorado significativamente nuestra vida. Nos hemos habituado a llevar mascarilla, a guardar distancias, a no juntarnos con multitudes… Hemos acostumbrado a nuestras criaturas a ir al cole con unas reglas distintas. Nos hemos acostumbrado a trabajar en casa, a limitar nuestras salidas… Y mientras tanto pasó el verano, llegó el otoño y también el invierno.
Y aquí estamos, en el umbral de las Navidades con muchas incertidumbres aún por resolver. La COVID-19 parece que tardará aún un tiempo en irse, y ya contemplamos las celebraciones con resignación y cierta tristeza. No poder juntarnos con todos nuestros seres queridos puede estar generando cierta sensación de indefensión y pena.
Cómo apoyar a los más pequeños
Sin embargo, ¿cuál será la percepción de los niños y niñas ante estas Navidades? Estas fiestas son, por excelencia, infantiles. Por este motivo es importante que pensemos en cómo podemos apoyar a nuestras criaturas para que no adopten también un sentimiento de tristeza o desánimo. A veces es más importante cómo nos posicionamos ante las adversidades que éstas en sí. Cómo contemplamos los tiempos que estamos viviendo es definitivo para su abordaje. En esto tiene mucho que ver nuestra capacidad para transformar las debilidades en fortalezas. Y es esta capacidad la que va a enseñar habilidades extraordinarias a nuestras criaturas.
A veces es más importante cómo nos posicionamos ante las adversidades que éstas en sí. Cómo contemplamos los tiempos que estamos viviendo es definitivo para su abordaje. En esto tiene mucho que ver nuestra capacidad para transformar las debilidades en fortalezas.
Pensemos, pues, en cómo abordar estas Navidades desde una óptica diferente. Podemos, por ejemplo, pensar que nos tenemos. Desde el momento en que podemos levantarnos por las mañanas y saber que tenemos nuestra red de apoyo familiar. Una red que se compone de todas las personas que la integran. Seamos madre, padre, tía, tío, abuela, abuelo, hijo o hija, estamos siendo red. Y esta red es la que permite a las personas construir y desarrollar su resiliencia. Es la que permite afrontar situaciones no tan gratas, como la que estamos viviendo.
Aprender sobre resiliencia
La resiliencia se define como la capacidad para afrontar con éxito las adversidades, los problemas, la enfermedad, los traumas, las tragedias… a las que una persona se ve sometida a lo largo de una etapa de su vida, ya sea en la infancia o la edad adulta. Es decir, es una competencia que nos prepara para afrontar estos momentos. El desafío es encontrar la manera de promoverla en cada uno y una de nosotras, tanto a nivel individual, familiar y comunitario. Es algo que podemos desarrollar con el entrenamiento a lo largo del tiempo, es decir, que podemos aprenderla. Solo hace falta pensar en ella, pensar que podemos afrontar todo lo que nos venga.
Algunas recomendaciones para desarrollar la resiliencia
- Respetarnos: si una persona se respeta a sí misma podrá respetar a los demás.
- Ser directos: utilicemos un lenguaje verbal y no verbal, sin rodeos, sin agresiones, sin interpretaciones.
- Ser honestas: nuestra palabra, nuestro creer y nuestro hacer son congruentes. No hay contradicciones ni discrepancias entre los pensamientos, palabras y acciones.
- Control emocional: podemos, queremos y sabemos gobernar nuestras emociones. Y si hemos de decir «tengo un mal día», hagámoslo, pues esto nos convierte en personas reales. Liberemos y busquemos el apoyo emocional.
- Saber decir: cómo decimos las cosas puede generar cambio de ánimo y disposición de quienes escuchan.
- Saber escuchar: significa relacionarnos empáticamente con las demás personas.
- Ser positivo: al menos… por lo menos… Aunque estemos viviendo momentos de incertidumbre y ansiedad, pensemos en lo que tenemos, en lugar de lo que no tenemos.
- El lenguaje no verbal: hablemos con el cuerpo y ayudaremos a descubrir nuestras emociones y sentimientos.
- Sentido del humor: una persona madura no se ríe de los demás, si no de sí misma. Perder el miedo al ridículo… ¡hacer el ridículo! Es posible reír aun en estos tiempos.
Una vez que nos posicionemos ante estas Navidades con una postura resiliente comenzaremos a armar el puzzle del disfrute. Estaremos contribuyendo a que nuestros hijos e hijas puedan descansar, llenarse de paz, amor y buenos deseos para el tiempo que tenemos por delante, y que hay que vivir. Pensar en las circunstancias de la vida como elementos que nos permiten aprender, y también desaprender, muchas maneras de estar en el mundo. Esto será lo más útil que podamos enseñar a nuestras criaturas: enfrentar las circunstancias y cuidar de nuestra red.
Gema de Pablo