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El equilibrio entre el pasado y el futuro en la búsqueda de la felicidad

En los tiempos que vivimos tan convulsos y llenos de desastres, cuesta mucho pararse a pensar en el futuro, sobre todo si ya tenemos unos años y experiencias vitales. Las personas adultas, en ocasiones, somos negativos en cuanto al futuro, pensamos con la vista puesta en el pasado y presente, no pensamos en qué podemos hacer nosotros como individuos dentro de un sistema para mejorar o cambiar las cosas.

Sin embargo, si les preguntamos a los niños y adolescentes incluso, ellos se resisten a pensar así. Para ellos la vida está sin estrenar y es el lugar en el que van a vivir con total certeza, así que prefieren pensar en cambiarlo, en disfrutarlo, en avanzar.

Ellos de mayores quieren ser… lo que sea que quieran ser, y nosotros hemos de ser ese soporte sobre el que edifiquen sus sueños y propósitos.

Nos han enseñado a no soñar, sobre todo a los que somos de determinada generación, a vivir «con los pies en la tierra», pero es esta una tierra cada vez más vulnerable y si no somos conscientes de que formamos parte de ella probablemente también arruinemos los sueños de nuestros hijos e hijas.

En la última era cada vez está más presente la tendencia de las personas a soñar, a pensar en nuestro bienestar, a intentar ser felices, y yo me pregunto si eso no será un reflejo de una gran necesidad que nos está uniendo para la generación colectiva de un futuro donde no sólo nuestros niños puedan dar cabida a sus objetivos, si no nosotros mismos alcancemos un mayor nivel de felicidad.

La felicidad tiene que ver también con la memoria y con cómo recordamos aquellos momentos que consideramos que son o no felices. Nos lo explica muy bien en este vídeo Daniel Kahneman donde nos dice que no es lo mismo lo que vivimos que lo que recordamos que hemos vivido, y eso hace que valoremos los acontecimientos y, en ocaciones, nuestra vida en general de determinado modo.

 

La felicidad, esa meta tan deseada pero tan lejana muchas veces, es producto de nuestra memoria en gran medida. Probablemente no dependa tanto de tener o no tener salud, dinero o amor, si no más bien de qué rememoramos cuando pensamos en esas tres cosas, de las experiencias vividas en torno a ellas y el recuerdo fuertemente asociado a ellas.

Por eso es importante recordar o rememorar experiencias placenteras, momentos en los que hayamos vibrado, y agarrarnos a ellos para poder responder a una simple pregunta «¿Cómo nos imaginamos el mundo en un futuro?». No se trata de engañarnos y no mirar lo que hay, se trata de imaginar en base a emociones positivas vividas qué podemos hacer para dejar al menos un futuro.

Esto es lo que se les preguntó a dos grupos, uno de adultos y otro de niños, en un experimento y esto es lo que respondieron ambos.

 

 

¿Qué os parece? ¿No creéis que ha llegado el momento de pensar más hacia el futuro y nuestro papel en él? Creo que es necesaria la colectividad y hacer fuerza para dejar que haya espacio para ellos. No debemos olvidar que todo a nuestro alrededor comenzó siendo el sueño de alguien, o muchos alguien, que quisieron pensar en un futuro y dar un paso adelante para mejorar su vida.

Necesitamos que ese cambio se produzca hoy para que mañana miremos a nuestros hijos y pensemos «desde chiquitito quiso ser y lo es».

abril 27, 2017
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