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Estilos educativos parentales

La familia es el primer núcleo social con el que se relaciona cada ser humano, así como es el primer agente de socialización. En la familia se adquieren las pautas de comunicación con otras personas, de interrelacionarse, así como los primeros conocimientos intelectuales (lenguaje), sensoriales (alimentación, higiene) o emocionales (apego, que ya tratamos en un artículo anterior). Actualmente existen muchos tipos de unidades familiares, biparentales, monoparentales, extensas, de padres separados, familias reconstruidas, adoptivas, de acogida, etc.

“La familia se define como la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”, Rodrigo López, M.J; Palacios, J. (1998).

Los estilos educativos parentales son esquemas prácticos que reducen las múltiples y minuciosas prácticas educativas paternas a unas pocas dimensiones, que, cruzadas entre sí en diferentes combinaciones, dan lugar a diversos tipos habituales de educación familiar, Coloma (1993).

Existen diferentes tipos educativos parentales, aunque no se debe descuidar que estos estilos son generales, que evolucionan con el paso del tiempo y que son bidireccionales. Existen 4 tipos: democrático o autorizativo, autoritario, indulgente o permisivo y negligente. Cada uno de estos estilos educativos parentales tienen unos rasgos de conducta por parte de los padres y unas consecuencias en los hijos.

Estilo educativo Rasgos de conducta de los padres Consecuencias en los hijos

Democrático o autorizativo

 

 

 

 

  • afecto manifiesto;
  • sensibilidad ante las necesidades del niño: responsabilidad;
  • explicaciones;
  • promoción de la conducta deseable;
  • disciplina inductiva o técnicas punitivas razonadas (privaciones, reprimendas);
  • promueven el intercambio y la comunicación abierta;
  • hogar con calor afectivo;
  • clima democrático
  • competencia social;
  • autocontrol;
  • motivación;
  • iniciativa;
  • moral autónoma;
  • alta autoestima;
  • alegres y espontáneos;
  • autoconcepto realista;
  • responsabilidad y fidelidad a compromisos personales;
  • prosociabilidad dentro y fuera de la casa (altruismo, solidaridad);
  • elevada motivación al logro;
  • disminución en frecuencia e intensidad de conflictos padres-hijos.
Autoritario
  • normas minuciosas y rígidas;
  • recurren a los castigos;
  • muy pocas alabanzas;
  • no responsabilidad paterna;
  • comunicación cerrada o unidireccional (ausencia de diálogo);
  • afirmación de poder;
  • hogar caracterizado por un clima autocrático.
  • baja autonomía y autoconfianza;
  • baja autonomía personal y creatividad;
  • escasa competencia social;
  • agresividad e impulsividad;
  • moral heterónoma (evitación de castigos);
  • menos alegres y espontáneos.
Negligente
  • indiferencia ante sus actitudes y conductas tanto positivas como negativas;
  • responden y atienden las necesidades de los niños;
  • permisividad;
  • pasividad;
  • evitan la afirmación de autoridad y la imposición de restricciones;
  • escaso uso de castigos;
  • toleran todos los impulsos de los niños;
  • especial flexibilidad en el establecimiento de reglas;
  • acceden fácilmente a los deseos de los hijos
  • baja competencia social;
  • pobre autocontrol y heterocontrol;
  • escasa motivación;
  • escaso respeto a normas y personas;
  • baja autoestima;
  • inseguridad;
  • inestabilidad emocional;
  • debilidad en la propia identidad;
  • autoconcepto negativo;
  • graves carencias en autoconfianza y autorresponsabilidad;
  • bajos logros escolares
Indulgente o permisivo
  • no implicación afectiva en los asuntos de los hijos,
  • dimisión en la tarea educativa,
  • invierten en los hijos el menor tiempo posible;
  • escasa motivación  y capacidad de esfuerzo;
  • inmadurez;
  • alegres y vitales

 

  • escasa competencia social;
  • bajo control de impulsos y agresividad;
  • escasa motivación y capacidad de esfuerzo;
  • inmadurez;
  • alegres y vitales

 

 

Como ya habrás podido comprobar en la tabla, el mejor estilo educativo para el desarrollo socio-emocional del niño es el democrátivo o autorizativo; el niño debe aprender a reconocer sus emociones y expresarlas pero dentro de los límites adecuados, para ello es indispensable que los niños aprendan a ser asertivos y empáticos, y que los padres sepan manejar de manera adecuada los refuerzos, la extinción y los castigos de manera coherente, tanto temporal, como entre todas las figuras de autoridad de la unidad familiar.

 

 

Desde la Recomendación  Rec (2006) 19 del Comité de Ministros a los Estados Miembros sobre políticas de apoyo a la parentalidad positiva de Naciones Unidas, el estilo de crianza que se promueve es la parentalidad positiva.

“La parentalidad ejercida en el interés superior del niño, que significa que la principal preocupación de los padres debe de ser el bienestar y el desarrollo saludable del niño y que deben educar a sus hijos de forma que puedan  desarrollarse lo mejor posible en el hogar, en el colegio, con los amigos y en la comunidad», Rec 19.

Los principios generales de actuación en la familia para llevar a cabo la parentalidad positiva son:

  • Vínculos afectivos cálidos, protectores y estables para que los menores se sientan aceptados y queridos. Ello supone el fortalecimiento continuado de los vínculos familiares a lo largo
    del desarrollo, modificando las formas de manifestación del afecto con la edad;
  • Entorno estructurado, que proporciona modelo, guía y supervisión para que los menores aprendan las normas y valores. Ello supone el establecimiento de rutinas y hábitos para la organización de las actividades cotidianas donde se llevan a cabo estos aprendizajes;
  • Estimulación y apoyo al aprendizaje cotidiano y escolar para el fomento de la motivación y de sus capacidades. Ello supone la observación de las características y habilidades de los hijos e hijas, estimulación y apoyo en sus aprendizajes así como el tener en cuenta sus avances y sus logros;
  • Reconocimiento del valor de los hijos e hijas, mostrar interés por su mundo, validar sus experiencias, implicarse en sus preocupaciones, responder a sus necesidades. Ello supone considerarles personas, a las que debemos comprender y tener en cuenta sus puntos de vista para que vayan tomando parte activa y responsable en las decisiones de la familia;
  • Capacitación de los hijos e hijas, potenciando su percepción de que son agentes activos, competentes y capaces de cambiar las cosas e influir sobre los demás. Para ello se recomienda crear en la familia espacios de escucha, interpretación y reflexión de los mensajes de la escuela, los iguales, la comunidad, el mundo del ocio y los medios de comunicación. La gran diversidad de modelos familiares existentes en la sociedad actual y las diferencias culturales y de género, incrementan la variabilidad en la tarea de ser padres y madres;
  • Educación sin violencia, excluyendo toda forma de castigo físico o psicológico degradante, por considerar que el castigo corporal constituye una violación del derecho del menor al respeto de su integridad física y de su dignidad humana, impulsa a la imitación de modelos inadecuados de relación interpersonal y los hace vulnerables ante una relación de dominación impuesta por la fuerza.

 

Finalmente, desde el Departamento de Orientación nos volvemos a poner a disposición de las familias para cualquier consulta personal de manera individualizada. OS dejamos algunas líneas de actuación que os pueden ayudar con vuestros hijos, independientemente de su edad:

  • fomentar espacios de diálogo: para ello es preferible realizar preguntas abiertas y comenzar de modelos, es decir, contándoles vosotros vuestro día, vuestras preocupaciones, intereses;
  • dedicar cada día un tiempo a repasar los deberes o lo enseñado en clase;
  • pedirles opinión o dejarles elegir entre varias opciones: en cualquier situación del día a día, ya sea la cena, el programa que veis en la tele, comprando, lo que haréis el fin de semana, dónde iréis de vacaciones, etc;
  • establecer normas de comportamiento y rutinas, siendo vosotros modelos de las mismas;
  • dejarles expresar sus emociones, sean positivas o negativas, enseñándoles a gestionarlas. Ninguna emoción es negativa si sabes canalizarla correctamente.
  • enseñarles a resolver conflictos aumentando su tolerancia a la frustración.

 

 

 

María Paz García Bueno
Licencia en Psicología
Orientadora Infantil Colegio Villalkor

 

Fuentes consultadas:

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