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Hasta dónde debo ayudarle con los estudios

Del acompañamiento a la autonomía

Hasta dónde debo ayudarle con los estudios. Existe un chiste bastante conocido que dice así: un niño realizando acrobacias, cada vez más difíciles con su bicicleta, le dice a sus Padres «Papá, mira… sin manos (soltando las manos del manillar)- mamá, mira… sin pies (levantando los pies de los pedales) . – Mamá, Papá mira sin dientes»…

Este chiste es un claro ejemplo que destaca la necesidad que tienen los niños de ser mirados. Y para cubrir esa necesidad debemos practicar una paternidad/maternidad atenta, es decir, interesarnos por sus asuntos.

Nuestra labor como progenitores incluye el reforzar sus esfuerzos y alabar sus realizaciones. Esto se traduce en que cuando empieza a leer, debe ser protagonista: que nos lea a nosotros. Si comienzan a escribir, felicitarlo por sus textos. Si tu hijo te pide un folio para hacer un dibujo, y después te lo regala, guarda sus creaciones en una carpeta para que sienta que lo que hace tiene valor para nosotros.

En ocasiones, que tu hijo adolescente se comporte como debería también es de agradecer

Los niños quieren que sus padres y profesores estén contentos con ellos. Como educadores, una de nuestra herramienta más poderosa es el premio, en forma de halago. Siempre es mejor un halago o un «qué bien lo has hecho» que un premio material. Eso no quita que podamos recurrir a un regalo de vez en cuando. Pero el premio social, la felicitación por lo que ha hecho bien, nunca debe faltar. Con los adolescentes la problemática es que van a oír de nosotros muchas más quejas que halagos. Y es que no solemos valorar cosas importantes, que damos por sentadas. En ocasiones, que tu hijo adolescente se comporte como debería también es de agradecer.

 

Enséñale a ser ordenado

Cuando comienzan la etapa de Primaria, la agenda es una herramienta que constituye el 50 % del éxito posterior en los estudios. Enseñar a un niño a ser ordenado es enseñarle a pensar. Que sea capaz de hacerse cargo de sus asuntos, con nuestra supervisión (como apuntar los deberes correctamente, preparar su mochila para el día siguiente…) son tareas que le van a ayudar a trabajar el orden, la responsabilidad, y la atención y concentración en lo que está haciendo. Si somos nosotros los que realizamos estas tareas, él no aprenderá estas habilidades.

Enseñar a un niño a ser ordenado es enseñarle a pensar

Manejar bien la agenda es sinónimo de éxito. Y para ello se necesita ser ordenado. A ser ordenado se aprende con muchas tareas que no tienen por qué ser desagradables. Cuando los niños cuidan y realizan su colección de cromos, están clasificando y ordenando sus cromos. Clasificar y ordenar son tareas que nos ayudan a desarrollar nuestra inteligencia matemática, al igual que cuando hacemos inventario, cualquier tipo de colección (Gardner, Howard (1999): Intelligence Reframed: Multiple Intelligences for the 21st Century. Nueva York).

 

Los hábitos, imprescindibles

A medida que va creciendo es necesario establecer hábitos en sus rutinas. Y si ya lo hemos comenzado a trabajar desde edades tempranas, nos resultará más fácil. Para crear un hábito se necesita establecer una rutina constante, con el fin de que se automatice y asimile. Si durante su crecimiento establecemos esos hábitos a través de rutinas, les será cada vez más sencillo crear nuevos hábitos. Así creamos hábitos de higiene como lavarnos los dientes, las manos antes de comer, irse a la cama, etc.

Si pretendemos crear un hábito de estudio y saber hasta dónde debo ayudarle con los estudios, debemos establecer un horario, buscar un lugar cómodo y libre de distracciones, comenzar si es posible a la misma hora… Primero meriendo y después, a la hora señalada, comienzo el estudio. En principio, tiempos cortos. Lo más importante es que el ambiente esté libre de distracciones y que el niño vaya aumentando su capacidad de concentración superando la distracción. Podemos plantearles retos, estudiar o hacer las fichas con tiempo pidiéndole que no se levante de la silla durante ese periodo de tiempo. En principio con periodos cortos, ya iremos aumentándolos si es necesario cuando hayamos conseguido el primer objetivo; trabajar concentrados. Para los más pequeños, mejor que por tiempo lo haremos por tareas, diciéndoles qué tareas tienen que realizar sin distracciones ni interrupciones. Nuestra sesión de estudio debería finalizar siempre con un éxito; por eso conviene terminar con una tarea sencilla. El éxito de hoy vaticina el que mañana lo vuelva a intentar.

 

Hasta dónde debo ayudarle con los estudios: conviértete en su apoyo

Es frecuente que tu hijo te pida que le preguntes la lección. Lo hace porque de este modo se siente más seguro. Si continuamente le amenazas o eres catastrofista con las consecuencias, en vez de un apoyo te conviertes en una fuente de ansiedad. Eso no significa que no seas exigente: de que establezca buenos hábitos depende su éxito futuro. Pero la forma en como los instauramos también es importante.

A los niños les gusta aprender, son muy curiosos. Lo que ya no les gusta tanto es estudiar. ¿Hasta dónde debo ayudarle con los estudios? ¿Por qué estudian los niños que sí lo hacen? Porque son conscientes de que están aprendiendo y no les resulta difícil. Por otro lado, hay niños a los que por falta de orden, método, o por problemas de aprendizaje, cada vez le resulta más complicado aprender. Consecuencia: se desmotivan. También existen los niños que, por miedo al fracaso, prefieren no esforzarse. Cuando el niño empieza a decir cosas como “yo no se”, “soy tonto”, “no me gusta el cole” o afirmaciones parecidas, o si presenta bloqueos ante tareas académicas, quizá resulte necesario consultar con un profesional.

Roberto Pérez

Psicólogo orientador Primaria

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