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La importancia de los hábitos en la primera infancia

En estos últimos años, los docentes y profesionales de la educación resaltan la idea de promover la adquisición de hábitos cotidianos en edades tempranas. Pero ¿qué es un hábito?

La importancia de los hábitos en la primera infancia

Según el autor José Antonio Marina, filósofo e investigador de la inteligencia, “los hábitos son esquemas mentales estables, aprendidos por repetición de actos, que facilitan y automatizan las operaciones mentales cognitivas, afectivas, ejecutivas o motoras” (Marina, 2012). Esto quiere decir que, a la hora de enseñar un quehacer a un niño, no sólo se está trabajando en esa tarea: el proceso de ese aprendizaje (como en tantos otros) implica un cambio de las estructuras mentales y la activación de conexiones neuronales.

Buenas prácticas en familia

Esto supone que, los padres han de llevar a cabo buenas prácticas. No hay que olvidar que la familia es el primer contexto educacional del niño, que continúa, lógicamente, en la escuela. Para establecer la importancia de los hábitos en la primera infancia es vital atender a aspectos como:

  • Respetar los tiempos: En la actualidad, nuestro ritmo de vida nos lleva a estar “acelerados” y es algo que en cierta medida no se puede evitar. Pero del mismo modo que sabemos que hay que dedicar un tiempo al trabajo, la compra o el deporte, también se debe dedicar tiempo a nuestros hijos y a sus rutinas. Alrededor de los 12 meses, el niño suele ser capaz de jugar con la cuchara y llevársela a la boca. Pese a que es más sencillo darle de comer y así evitar que manche nada, es mucho más positivo permitirle que sea él mismo quien explore la comida, incluso con las manos (si es que aún no es capaz de hacerlo con los cubiertos).  Del mismo modo sucede con la vestimenta y la higiene personal. Es importante ir retirando la ayuda que precisa al inicio para ir promoviendo su autonomía y la tolerancia a la frustración, cuando no consigan hacerlo a la primera. “Todo es cuestión de tiempo” y las prisas no son buenas. Es fundamental fijar horarios para que alcancen el hábito de comer, bañarse, vestirse… y respetar, en todo caso, el tiempo que los lleva hacerlo.
  • El sueño: El sueño resulta ser tan importante como una buena alimentación. No dormir bien provoca malestar e irritabilidad, además de afectar de forma directa en los procesos cognitivos básicos como son la atención, el razonamiento, el aprendizaje basado en la experiencia, etc.

Está comprobado que el cerebro de un niño concilia el sueño con mayor facilidad en la franja horaria de ocho a nueve de la noche en invierno y las nueve y las diez en verano. Asimismo, investigaciones científicas afirman que el estado de relajación previo al sueño es básico y necesario (Estivill y Doménech, 2004). De aquí la importancia de establecer un horario fijo y evitar grandes diferencias de horas de sueño entre semana y el fin de semana.

 

Recomendaciones

No obstante, en ocasiones esto suele convertirse en una tarea difícil. Algunas recomendaciones son las siguientes (EAT la Rioja, 2008):

  • Llevar a cabo el mismo ritual antes de dormir (cena, lavado de dientes, cuento, apagar la luz).
  • Evitar actividades que le estimulen y sobresalten, previo al momento de ir a dormir.
  • En caso de presentar miedo a la oscuridad, ofrecerle un muñeco o juguete, dejar la puerta entornada o una luz tenue, de manera que le genera sensación de seguridad.
  • El comportamiento que se tenga en un momento puntual y de forma excepcional, tiende a fijarse en el hábito del sueño, de manera que el niño lo reclamará de forma continua.

Los límites

Este aspecto es muy importante para conseguir  lo comentado hasta ahora. En estas edades, los pequeños están centrados en explorar el mundo que les rodea, no son capaces de controlar los impulsos, ni de autorregularse y menos aún de adquirir todos estos hábitos de forma natural. El adulto es el encargado de guiar y enseñar a cómo actuar y, para ello, hay que tener muy presente lo siguiente (Murow y Verduzco, 2001):

  • Decir “no”. El niño tiene que saber hasta dónde puede llegar, y debemos hacérselo saber de forma clara y consistente, que es muy diferente de gritar o enfadarse cuando hace algo que no debe. Además, es vital establecer las consecuencias naturales y lógicas cuando ese límite se sobrepasa o se incumple. Poniendo en práctica este modus operandi, se evitarán situaciones tensas, que llevan a poner castigos desproporcionados y alargados en el tiempo que, en definitiva, normalmente no se cumplen.
  • Ser coherentes. El adulto ha de ser congruente con lo que dice, pero también con su forma de actuar. No hay que olvidar que los niños aprenden por imitación y los padres suelen ser referentes, de tal manera que no tendría sentido establecer un límite que el padre o madre no cumple.

Por último, y no por ello menos importante, mencionar el hecho de la sobreprotección. Evitar que los niños cometan se equivoquen es realmente una mala praxis, pues el aprendizaje del ser humano radica en el ensayo- error. Así pues, dejemos que los niños indaguen, explores, tomen decisiones erróneas. Sólo de esta manera, se estará promoviendo al autonomía y favoreciendo la formación de personas con una buena autoestima, con criterio propios y, en resumidas, niños felices.

 

REFERENCIAS

  • Estivill, E. y Domênech, M. (2011). Cuentos para antes de ir a dormir. Barcelona: Booket.
  • Garrido, M., Rodríguez, A., Rodríguez, R. y Sánchez, A. (2008). El niño de 0 a 3 años. La Rioja: Equipo de Atención Temprana. Recuperado de DESCARGAR DOCUMENTO
  • Marina, J.A. (2012). Los hábitos, Clave del Aprendizaje. Recuperado de DESCARGAR DOCUMENTO
  • Murrow, E. y Verduzo, M.A. (2001). CÓmo poner límites a los niños sin dañarlos. México: Editorial Pax. Recuperado de DESCARGAR DOCUMENTO

 

Beatriz Carvajal Palacios

Orientadora Educación Infantil

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